“Sigo viendo a los dinosaurios con la pasión de niño”
Santiago Reuil, el reconocido paleoartista argentino brinda un taller en Tecnópolis, en el que chicas y chicos pueden fabricar una réplica del cráneo de un Giganotosaurus, un dinosaurio carnívoro gigante que fue descubierto en la Patagonia.
Paleocartón es una serie audiovisual creada por el paleoartista argentino Santiago Reuil. Se puede ver por YouTube y cada capítulo incluye información sobre el animal extinto y tratado en ese episodio, el proceso de reconstrucción de los fósiles y la entrevista con el investigador o investigadora que trabaja con ese animal.
Reuil se dedica a la paleontología desde los 14 años, cuando lo admitieron como voluntario en el Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia (MACN). Había intentado ingresar otras dos veces antes, pero lo habían rechazado por ser demasiado chico. Desde entonces, se dedicó a hacer distintas tareas para la paleontología, pero su interés se fue orientando hacia la parte de reconstrucción de huesos. Como el registro fósil de los animales prehistóricos suele ser fragmentario, en los museos se reconstruyen las piezas faltantes para poder exhibir el esqueleto completo. Esa es una de las tareas de los paleoartistas en la que Reuil se hizo experto, por lo que su trabajo es ampliamente requerido en instituciones de todo el país.
En diciembre de 2017 publicó el primer episodio de Paleocartón, con la idea de mostrar esa tarea de reconstrucción de huesos, especialmente de cráneos, con materiales accesibles y sostenibles.
Además, Reuil también da talleres para niños, niñas y adolescentes, en los que se hacen reconstrucciones de animales prehistóricos con la mayor fidelidad posible en base a publicaciones científicas. La técnica que usa es el modelado en cartón, que se corta y se pega con cinta y pegamento.
Como parte de la programación de los Atardeceres en Tecnópolis, Reuil da un taller de paleocartón los sábados y los domingos en el Parque de Villa Martelli, en el que las chicas y los chicos pueden hacer una réplica del cráneo de un Giganotosaurus, un dinosaurio carnívoro gigante -probablemente el más grande del mundo-, que fue descubierto en la Patagonia argentina.
-¿Cómo se define el paleoarte?
-Distintos paleoartistas tienen distintas concepciones del paleoarte. Es un término que no está definido estrictamente. Hace poco, en una reunión de paleoarte hubo una discusión al respecto, pero en general, en el ambiente se entiende por paleoarte a lo que tiene que ver con la reconstrucción, la escultura o la ilustración del animal cuando estaba vivo.
No sabemos qué aspecto tenía un dinosaurio. Hay que especular y reconstruir, y eso incluye un sinnúmero de decisiones para las cuales, en la mayoría de los casos, no tenemos evidencia.
-¿Y cómo se hace?
-Primero tenemos que tener un esqueleto sobre el cual reconstruimos el aspecto del animal. Entonces, hay una reconstrucción previa: la del esqueleto del animal. Es una parte técnica y artística, en la que se hacen las esculturas de las piezas faltantes.
-¿Entonces lo más usual es encontrar esqueletos incompletos?
-Hay casos en los que sí tenemos esqueletos completos, pero la mayoría de las veces encontramos restos fragmentarios de los fósiles. Por lo tanto, los esqueletos completos que se ven en los museos, en general, están parcialmente reconstruidos. Detrás de esas muestras exhibidas, hay un trabajo de réplica y de escultura para completar las piezas faltantes. A mí esa parte me apasiona y me encanta, y siento que es la que está menos a la vista. Se ve el esqueleto ahí y parece que fuera algo que fue encontrado así. Ese detrás de escena es lo que quiero mostrar.
-¿Cómo lo encarás desde el proyecto Paleocartón?
-Desde un punto de vista más plástico, artístico y con material no tradicionalmente museológico. Trato de centrarme alrededor de la etapa de reconstrucción del esqueleto. Cómo y en base a qué elementos reconstruimos las partes que faltan. En algunos de los episodios, hemos hecho cráneos de los que desconocemos por completo su forma original. Hay animales que conocemos parte de su esqueleto pero no tenemos nada de su cabeza y, si ese animal lo ves en un museo, tiene un cráneo.
Ese cráneo fue hecho en base a comparaciones con otros animales, vivientes o fósiles; a estudios de anatomía comparada y de la posición de ese animal en el árbol filogenético, en el árbol de la vida, que me parece fascinante. Entonces quiero hacer ese proceso pero compartiendo esas dudas, esas comparaciones y esa información que a mí me llega de boca de los investigadores y de las investigadoras. Es la parte que a mí más me atrae y que siento que está menos representada en lo que se ve en general sobre la paleontología.
-Dijiste que en Paleocartón usabas materiales tradicionalmente no museológicos, ¿a cuáles te referís?
-Como material fundamental, cartón; pero también algunos otros elementos de descarte. En algunos casos, el cráneo está hecho de cartón pero los dientes están tallados con una vieja silla de plástico rota. El plástico le da un aspecto más de esmalte al diente en comparación con el cartón, que da una textura más de hueso. Salvo por el pegamento que uso para unir todo, me gusta hacer el experimento artístico de limitarme a todos materiales de descarte. Trato de no usar nada comprado, ningún material nuevo. Incluso para las piezas que tienen alguna estructura, uso fierros que junto de un contenedor de obra. Es un desafío para mí y además es parte de la estética del proyecto.
-¿Esto lo asociás con la ecología?
-Para hacer un cráneo, trabajo 15 días y uso una caja de cartón, o sea que a la escala del proyecto no es que esté aportando para reducir un tipo de descarte. Más allá del impacto ambiental, que me parece un tema gigante y que debería ser central en la vida de todos; la idea que tengo, en general en la vida y en particular en este proyecto, es el respeto por el material, algo que se perdió en las últimas décadas. Tengo esta imagen de mis abuelos: si la olla se pinchaba se mandaba a reparar. Todos los materiales tienen un valor y, por ejemplo, si veo un pallet de madera siendo triturado por el camión de la basura, pienso: esto es un material que todavía tiene un potencial enorme y se está descartando. La escala de Paleocartón es pequeña y no quiero sobredimensionarla, pero me parece que la idea, como incentivo, puede ser buena.
-¿Cuándo y de qué manera surgió tu interés por la paleontología?
-Soy el arquetipo del niño al que le gustaban los fósiles. Cada vez que iba al campo, me la pasaba juntando huesos de vaca y de lo que fuera. Creo que la mayoría de los que nos dedicamos a la paleontología profesionalmente nunca superamos esa etapa. Siempre me gustó y desde chico intenté aprender. Mis padres me llevaban a actividades relativas a la naturaleza. Iba al Museo de Ciencias Naturales (MACN), hasta que conseguí que me pudieran hacer entrar a la sección de paleontología. Yo la quería conocer, y pude ver y hablar con los que en su momento trabajaban ahí. Fue increíble. Pedí ser voluntario, hacer cualquier tarea: barrer el piso, cebar mate, lo que fuera.
Primero me dijeron que no, probé de vuelta un par de años después y me volvieron a decir que no y volví a probar un par de años después y finalmente me aceptaron. De ahí en más me dediqué a distintas áreas de la paleontología y no abandoné la actividad nunca.
-¿Y cómo siguió?
-Fui voluntario un par de años en la sección de paleontología y de a poco empecé a hacer trabajos para ese y para otros departamentos. Después me fui a trabajar un año a un museo en la Patagonia y, de ahí en más, trabajé en otras instituciones, yendo a los lugares o enviando los trabajos que hago en mi taller. Nunca quise un trabajo fijo, porque me gusta la diversidad. Siempre me dediqué a hacer distintas tareas para la paleontología.
Un poco de eso está en Paleocartón, porque al trabajar con un montón de instituciones y con un montón de grupos de investigación distintos, de cada uno aprendo algo nuevo, tanto por el tipo de animales con los que trabajan, como por la forma de pensar que tiene cada persona.
Ahora trato de ser yo el que los invita a ellos y a ellas a que vengan a mi proyecto y aporten su conocimiento o sus puntos de vista. Cuando se me ocurrió la idea semilla de la serie pensé que en el ambiente académico iba a parecer muy absurdo, pero pasó todo lo contrario. No cesa de sorprenderme que cada persona a la que le escribo para participar, enseguida se engancha. Incluso ahora me pasa al revés, que me escriben porque quieren participar. Ahora estoy haciendo la reconstrucción de un dinosaurio que todavía no fue publicado y eso me lo propusieron del museo que encontró los fósiles. Me escribieron que conocían el proyecto y que querían ofrecerme hacer la reconstrucción para presentarla oficialmente en Paleocartón. Para mí es cumplir un sueño.
-¿Te hubiera gustado que Paleocartón hubiera existido cuando eras chico?
-Sigo viendo a los dinosaurios con la pasión de niño y a mí me gusta contar lo que a mí me gustaría escuchar. No sé qué hubiera pensado yo si me hubiera visto de niño. Lo que trato de transmitir es lo que a mí me apasiona, lo que me hubiera gustado ver de niño. En los talleres encuentro que hay muchos niños y niñas interesados en la paleontología y trato de hacer lo que hacen los paleontólogos: trabajar con los huesos y meter las manos, que cada niño y niña haga su propia pieza porque lo que se hace con las manos, se aprende de una manera distinta. Es diferente hacer una pieza que ver un dibujo de un dinosaurio. La devolución que recibimos siempre es muy linda.
-¿Por qué es importante que los chicos y chicas aprendan de paleontología o de ciencia en general?
-Hay una cita del científico estadounidense Carl Sagan que me parece genial: “Vivimos en una sociedad profundamente dependiente de la ciencia y la tecnología en la que casi nadie sabe nada de estos temas. Ello constituye una fórmula segura para el desastre”. Para mí, como para tanta otra gente de la ciencia, Sagan es un ídolo de la infancia y esa frase me quedó grabada para siempre. La paleontología es una ciencia un poco particular, no sé si es representativa de la ciencia en general, pero es una ciencia que tiene mucho atractivo para el público en general y para el público infantil en particular. No es que yo tenga particular interés en que nadie se vaya a convertir en paleontólogo, pero sí que se puedan acercar a la ciencia y, se dediquen o no a la ciencia, puedan familiarizarse con la forma de pensar de la ciencia, con la forma de evaluar, con el pensamiento crítico.
Hay un montón de elementos de la ciencia que aunque no te dediques a la ciencia, pueden ser herramientas valiosas, creo yo, para la vida.
-¿Por que se te ocurrió hacer el cráneo del Giganotosaurus en el taller de Tecnópolis?
-El Giganotosaurus es un animal increíble y es uno de los dinosaurios icónicos de Argentina. Pero simultáneamente, si vos le preguntás a cualquier chiquilín qué dinosaurio conoce, te va a mencionar al Tyrannosaurus rex, el “T. Rex”, dicen todos. Y el Tyrannosaurus rex es, sin duda, un animal impresionante per se y por los fósiles que se conocen, que están muy bien preservados. Pero el motivo por el que todo el mundo lo conoce es porque es el dinosaurio emblemático de América del Norte y América del Norte es la que produce la enorme mayoría de los libros, los documentales, las películas. Entonces nosotros tenemos acá en Patagonia un animal equivalente, un dinosaurio carnívoro gigante. Tal vez incluso más grande que el Tyrannosaurus rex, eso es discutible, tampoco me parece lo importante, pero un animal equivalente, pero encontrado en nuestro territorio, publicado por nuestros científicos y que la enorme mayoría de la gente no conoce. Me parece que tiene un poco de reivindicación de los animales que aparecen en nuestro territorio y que son mucho menos conocidos, porque todo el mundo conoce al T. Rex y muy poca gente de la que viene al taller conoce al Giganotosaurus, que es nuestro carnívoro gigante. No es el único incluso, tenemos otros animales equivalentes, pero este lo elegimos por ser el más icónico.
(Fuente: Min. Cultura Nación)
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