
“Descubran todos los mundos posibles”
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Continuamos en el mes de la niñez con entrevistas a autoras de literatura infantil de Misiones, que son unas de las principales mediadoras de lectura en todas partes. Hoy desde Eldorado, RenataOtto:
P: Contanos ¿A qué jugabas cuando eras chica?
RO: “Cuando era niña deambulaba mucho por la chacra y el monte, acompañada de mi perro Troll. Los días de lluvia jugaba a los naipes, dados o muñecas.”
P: ¿Qué leías? ¿Cuáles eran tus autores favoritos?
RO: “Leía todo lo que se me cruzaba. Pero mis favoritas eran las historietas: Patoruzito, Patoruzú, el Pato Donald, Los tres Patitos…”
P: ¿Cuándo comenzaste a escribir?
RO: “Empecé a escribir en la primaria, pero más creaba historias que no escribía, me las contaba, antes de dormir.”
P: ¿Los niños escriben? ¿Los niños leen?
RO: “Por supuesto que los niños inventan historias, las escriben y a muchos les encanta leer!”
P: ¿Los adolescentes escriben? Contanos una anécdota sobre niños o adolescentes y lectura que te haya marcado.
RO: “Para muchos adolescentes la escritura es un desahogo, una terapia. Son muy creativos. Anécdota: iba en un colectivo a Iguazú, a mi lado se sentó un niño. Entablamos conversación. Le pregunté si le gustaba leer. Respondió: – ¡Si, un poco! ¡Pero más me gusta escribir cuentos! Y al toque me contó un cuento de tucanes y extraterrestres…”
P: ¿Cómo ves la venta de libros infantiles en Misiones?
RO: “Y.… queda mucho por hacer! Fomentar la lectura, ante todo, y crear nuevos circuitos de venta, porque las “distribuidoras” traen libros de los grandes centros y no se ocupan de los provinciales, ¡que hay en cantidad!”
P: Dejanos un mensaje para los niños de Misiones.
RO: “¡Descubran todos los mundos posibles- y otros- entre las páginas de los libros! ¡Te vas a sorprender con todo lo que allí se esconde!” 


Un abrazo Renata! Gracias!
Les dejamos un cuento de Renata:
Cuiqui era un cuis que vivía con su mamá en una cueva entre un montón de ladrillos que alguien había abandonado en ese baldío.
Como crecían yuyos y pastos muy altos alrededor, estaba al resguardo de los ojos de la lechuza y del gavilán, que son muy buenos cazadores de cuises.
Cuiqui tenía cinco hermanos de su misma edad y se pasaba el día jugando feliz entre los yuyos.
Un día, corriendo llegó al borde el terreno, por donde pasaba el camino. Casi siempre estaba muy tranquilo, pero hoy pasaban varios niños humanos por allí.
Mamá cuis les había enseñado que los humanos son peligrosos, pero Cuiqui era muy curioso y, desobedeciendo a su mamá, sacó su cabecita entre los yuyos para ver mejor.
Los chicos estaban jugando a las bolitas y le pareció muy divertido. Le deban ganas de ir y correr tras esas bolitas de colores.
Casi sin darse cuenta, salió a la tierra roja del camino, donde no había ni un yuyito que lo tapara.
-¡Mirá, un cuis!- escuchó gritar a uno de los niños.
-¡Vamos a agarrarlo! – gritó otro y todos se levantaron y se abalanzaron sobre Cuiqui.
Pero el cuisito era muy, muy rápido.
Pasó entre las piernas y hasta por entre las manos de los niños.
Llegó hasta la bolita más cercana y se dio el gran gusto de darle un empujoncito.
La bolita rodó un poco y se metió justo en el pocito que los niños habían hecho en la tierra roja.
La miró un instante y salió corriendo entre los yuyos.
Los niños, perplejos, se miraban y reían.
-¡Un cuis que sabe jugar a la bolita!- No podían creerlo.
Cuiqui corrió hasta la cuevita, donde llegó con el corazón estallando.
-¡Mamá, mamá! ¡Jugué a la bolita!- gritó sin aliento.
-La mamá lo miró como miran las madres en esos casos.
_ ¿Qué? ¿Dónde?-
-En la calle. ¡Sí, sí! ¡Ya sé que no debemos salir a la calle! ¡Pero jugué a la bolita!-
¡Y cuiquilín, cuiquilado, este cuento ha terminado!