Fiorella, la voz que crece: la adolescente de Gutenberg que escribe con el corazón y ya suma premios”
Fiorella, la voz que crece: la adolescente de Gutenberg que escribe con el corazón y ya suma premios”
En Misiones cada vez se ve más movimiento en concursos, clubes y espacios donde las y los jóvenes se animan a escribir. Según datos recientes del Programa Nacional de Lectura, más del 60% de los estudiantes de secundaria en Argentina declara que lee por elección propia al menos una vez por semana. Y en Misiones, esa movida cultural viene pegando fuerte: ferias, talleres y concursos hicieron que la lectura vuelva a ser parte del día a día.
En ese contexto, tuvimos la suerte de conocer a Fiorella Amarilla, una estudiante de 4° año del Instituto Gutenberg, en el marco de los Premios Prisma, donde nos compartió su historia, su pasión y su manera tan sincera de entender la escritura.
A continuación, te dejamos la entrevista ordenada en formato de preguntas y respuestas, respetando fielmente lo que nos contó.
P: ¿Quién sos y cómo nació tu pasión por leer y escribir?
Fiorella: “Soy Amarilla Fiorella Elizabeth, estudiante de 4to año del Instituto Gutenberg, y desde muy chica, gracias a la influencia de mi mamá, descubrí mi profunda pasión por la lectura, un amor que me llevó inevitablemente a la escritura. Soy una lectora curiosa y ecléctica: disfruto por igual de las novelas, la poesía y los cuentos, incursionando en un poco de todo.”
P: ¿Qué es lo que te mueve a escribir?
Fiorella: “Respecto a la escritura, no hay una única razón que lo explique; simplemente siento que es lo mío cada vez que me siento a hacerlo. Usualmente, mi pluma se enfoca en crear cuentos y poesías.”
P: ¿Tenés autores o referentes que te marcaron?
Fiorella: “Me fascinan autores como Isabel Allende, Robert Greene, John Katzenbach y, por supuesto, el inigualable Edgar Allan Poe. Sus obras, al igual que mis libros favoritos —entre los que destaco El psicoanalista, El Principito, Los crímenes de la calle Morgue y El gato negro—, han marcado mi camino.”
P: ¿Participaste en concursos literarios? ¿Cómo fue esa experiencia?
Fiorella: “Mi dedicación me ha permitido participar en varios concursos literarios. El año pasado, el certamen organizado por el Liceo Storni me desafió a redactar un texto argumentativo sobre la camaradería, el cual tuve el orgullo de ver seleccionado. Más recientemente, en el 1° Concurso Literario ‘De Ana Frank a nuestros días’, fui seleccionada y publicada el 21 de octubre de 2025 por una carta escrita en español y en alemán, una experiencia que me llenó de satisfacción.”
P: ¿Qué mensaje te gustaría dejarles a los lectores de Prisma?
Fiorella: “Los animo a sumergirse sin miedo en el mundo de los libros, a explorar cada género y a darle una oportunidad a la escritura. La emoción de encontrar una historia que te marque o la satisfacción de crear una que inspire a otros es una experiencia mágica. ¡Sigan leyendo, sigan soñando y sigan escribiendo!”
Gracias Fiorella! Bienvenida a Prisma.
Acá te compartimos un poco de su escritura:
La ley de la refracción
En un mundo donde se aplaude la uniformidad, donde la perfección se proclama sin cuestionamientos, donde lo diferente se esconde detrás de cortinas opacas y se vuelve invisible, existía una ventana vieja, marcada por grietas profundas y vidrios rotos. Todos querían arreglarla, cerrar sus grietas, borrar su historia, para que fuera lisa, sin fisuras, aceptable ante miradas que temían lo contrario. Con ojos de juicio, la miraban despreciando su imperfección, queriendo corregir y ocultar lo que para ellos era un defecto, ignorando que su brillo único nacía de cada una de sus grietas. La ventana, a pesar de sus grietas y vidrios rotos, no dejaba de recibir la luz del sol. Pero a diferencia de lo que creaba una ventana lisa aquí, el rayo solar atravesaba cada fisura con delicadeza y rebeldía, rompiéndose en fragmentos de colores que danzan en el aire; un espectáculo que una ventana perfecta jamás podría haber ofrecido. Era como si la ventana tejiera un tapiz de arcoíris, proyectando en las paredes y el suelo una sinfonía de luces fragmentadas, un mosaico de resplandores diversos que solo una ventana imperfecta puede regalar. Cada grieta era un portal que atrapaba la luz y la multiplicaba en infinitos matices, iluminando con intensidad el rincón de ese mundo que otros deseaban mantener en la uniformidad. Y en el silencio de ese rincón, la ventana libraba su batalla más importante. No contra el sol, sino contra la ceguera de la perfección. Su luz fragmentada era un grito enloquecido contra la mentira de lo liso. El miedo a esas fisuras era el miedo a su propia vulnerabilidad, a confesar que la vida los había golpeado. Pero la ventana demostraba que cada grieta, cada punto de quiebre, era en realidad un punto de conexión. Con ella, se demostró que para ver la luz en toda su compleja verdad, era necesario que algo se rompiera primero. La ventana era la prueba tangible de una ley que la uniformidad negaba, que la vida no se revela en la claridad, sino en la refracción. Que el dolor no elimina el brillo, lo multiplica. Y mientras todos los cristales perfectos se esforzaban en reflejar la luz del día de vuelta, en un vano intento de parecerse al sol, la ventana rota hacía lo opuesto. Tomaba la luz sencilla del mundo y la deshacía en millones de verdades. No reflejaba, creaba. Al final, se convirtió en un recordatorio constante de que lo verdaderamente valioso, no es lo que el mundo aprueba o quiera, sino lo que el tiempo no ha podido borrar Pues las grietas, al final, son solo los lugares por donde la luz eligió entrar con más ímpetu, y por donde el alma, finalmente, encontró su manera de estallar en color.