Afortunadamente: Soy Inmune.
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En nuestra sección escritores que buscan editor (o mejor dicho merecen que sus escritos se publiquen), te presentamos a la escritora misionera Patricia Quiñonez con este cuento que está exquisito. Disfrutalo:
PROCESO
El cuarto huele a mares Pablo, mejor abro las ventanas mientras vos preparás el café. Antes voy a encender la luz. ¡Ay, maldita llave! ¿Cuándo vas a comprar ese plástico que va encima, ¿cómo se llama? No importa, ahora le pido a Laura que lo consiga, seguro sabrá dónde encontrarlo. Al menos que simule realizar su trabajo, con lo que cobra, y encima cada mes me reclama que no le alcanza. ¿Quién le manda a tener un hijo y encima de un tipo casado? En estos tiempos donde todo se puede prevenir. Bueno, casi todo.
A ver, a ver, espero no chocar con la mesa…creo que ésta de aquí es la traba y ¡Listo! ya está abierta.
Lo reconozco Pablo, a pesar del estado del departamento la vista es maravillosa. Esas montañas nevadas. Majestuosas. Tengo la impresión de que las nubes están adheridas a ellas como en esos collages que fabrican los niños, donde sus nubes están hechas de algodón o algún otro material esponjoso y suave; y la gente Pablo: es tan discreta. En la escalera me crucé con varias de tus vecinas, señoras muy humildes y algo descuidadas en su modo de vestir. Si vieras sus cabellos maltratados.
Sé que notaron las cajas y los bolsos que subía, sin embargo, ni una mirada de interés noté en sus rostros, ¡menos mal! de lo contrario ahora no estaría dándote esta sorpresa.
No, no seas ansioso amor, ya te voy a avisar cuándo podés salir del cuarto y olvidate del café, lo voy a preparar yo (como siempre).
Esperame que corro los sillones a un costado, bien, el lugar es suficiente para que quepa todo… Y… creo que ya está.
¿Negro o cortado? El café amor, sé que te gusta amargo, pero no recuerdo si negro o cortado. Hace tanto que te fuiste a Egipto, si mal no recuerdo ya pasaron siete años ¿no?
Contame. Me imagino que habrás visitado las Pirámides de Egipto, las únicas de las siete maravillas antiguas que aún siguen en pie. Sí, ya veo que trajiste un papiro, al fin cumpliste tu deseo de adueñarte de uno. Parece tan vulnerable en su composición, esa hoja de papel tan delicada que con sólo observarla pareciera que va a quebrarse, y no sólo eso, su traducción ¿o vas a decirme que no consideraste esta teoría?
Sí, exactamente a eso me refería; a que tal vez esos milenarios jeroglíficos fueron decodificados por algún arqueólogo sediento de mitos y leyendas asombrosas dejando sepultado en las arenas del olvido su verdadero significado, que pudo haber sido de la misma manera un decreto real, la descripción de las costumbres de la vida diaria o ¿por qué no considerarlo? Una carta de amor descarada y escandalosa, ¡ja! Debemos tener en cuenta todas las opciones.
Mirá, te voy a confesar algo: una de mis fantasías más disparatada es retroceder en el tiempo. Son tantas mis ansias y deseos que muchas veces lo consigo.
No, no pienses que estoy loca. Te explico, pero vos, por favor dejá de reírte.
Cuando tengo ganas de verme en otro cuerpo, conocer otro estilo de vida, sentir nuevas emociones, me acomodo en un lugar confortable, pongo mi música preferida y comienzo, poco a poco, a relajarme. Respiro profundamente olvidándome de todo. Me concentro, y cuento en forma regresiva desde el cien. En el conteo me visualizo en otro lugar del mundo, en otro tiempo, en otro cuerpo. Continúo con el conteo.
Así sucedió una noche cuando en algún momento del trance abrí los ojos y me encontré arrodillada en alfombras persas, del más raro diseño; observé a mi alrededor y cada objeto, incluyendo mis vestidos, eran de oro puro, jarrones decorados con colores vivos, ubicados sobre columnas del más rico y perfecto mármol, las cortinas eran de una fina y delicada seda que no creo haber visto nunca en ninguna de mis vidas. Miré mis manos, mis brazos, mis piernas, sólo joyas colgaban de ellas.
Al intentar ponerme de pie alguien, una mujer que evitaba todo el tiempo mirarme a la cara, me alcanzó un espejo y un peine decorados en oro, rubíes, lapislázuli y al fin contemplé mi rostro. Me sorprendí al principio, para luego recorrer admirada cada centímetro de mis facciones: pómulos sobresalientes, boca mediana con labios gruesos y apetitosos naturalmente dibujados teñidos en un profuso carmín rojo, nariz prominente, pero de ninguna manera vulgar en su apariencia y los ojos, mmm los ojos. Quedé maravillada al contemplar una mirada como la más oscura de las noches sin luna, misteriosa y penetrante, delineados los contornos con alevosía y exageración, pestañas tupidas enmarcaban esa ventana hacia la eternidad, cejas negras, largas y enmarañadas también estaban maquilladas y, no me provoca pudor confesarlo: Estaba Hermosa.
Desearía contarte más pero mi visualización llegó a su fin y desde entonces no puedo regresar a esa escena.
Pero dejame decirte Pablo que hoy al entrar a tu departamento reviví un aroma que perfumó todo mi sueño aquella noche. Sí, exactamente, este olor a mares.
Bueno, creo que tu café ya está frío y no te lo bebiste. Ahora ya es tarde.
Podés salir de tu habitación. Está bien, yo te ayudo, esperá que pongo en dirección, ¡ya está! Mantené los ojos cerrados. Uno, dos, tres: Abrilos,
¿Te gusta? Sé que es un poco extraño, pero pensé que después de convivir dos años con Kaira desearías que ella fuese la que oficie de acompañante en tu viaje al más allá, después de todo, a los faraones se los enterraba con todas sus posesiones materiales, esposas y mascotas.
Después de aquella carta (dos años esperé tu carta) me di cuenta de que vos no eras el hombre de mi vida y decidí invertir mi tiempo en otras cosas. Fui al museo, visité amigos, conocí nuevos lugares, pero por sobre todas las cosas me interesé por la cultura egipcia.
Pensé que, por ahí, cuando volvieras, me vendrías a visitar, conversaríamos sobre tus aventuras y para ese entonces yo tendría que estar informada.
Me llamó la atención el proceso de la momificación, cómo los egipcios creían enfermizamente en la vida del “más allá”. Después de la muerte física su cuerpo debería mantenerse tan lozano como en vida, mientras gozó de los favores y placeres mundanos que los dioses le permitieron, ¡Que Apasionante!
Me convertí en una eximia conocedora de los secretos de la muerte egipcia. Gracias al laboratorio que presido me resultó sencillo conseguir todos los elementos para realizar el embalsamamiento y el lugar donde llevar a cabo el proceso. ¿Sabías que en la antigüedad la persona que llevaba a cabo este sagrado proceso era discriminada por la sociedad? (Gente rara si las hay.)
Ahora bien, los problemas presentados eran dos; el primero: que vuelvas, y el segundo: que mueras.
Paciencia la poseo, y mucha, lo sabés. Así que decidí esperar.
Afortunadamente no fue mucho, sólo un año. Y gracias a mis noches de desvelo e investigación supe donde irían a vivir. Así que el primer problema: resuelto.
Para el segundo inconveniente decidí darle un empujoncito al destino. Encargué unas florcitas exóticas a una florería exclusivísima en Europa, y para despistar, se los hice enviar con el nombre de unos amigos tuyos del extranjero. Y en esas flores el aroma mortal.
Así que ahora estamos los tres reunidos en esta habitación de ventanas abiertas…
Con la pluma de tu alma haciendo peso en la balanza, y el aroma insepulto impregnado en el aire.
Aroma a corazón desierto. A olvido descarnado arrojado en el ánfora de lo inesperado.
Aroma a siete plagas, a amor despreciado. Aroma a entrañas embebidas en venganza y furiosa vehemencia. Aroma al áspid de los mares faraónicos.
Afortunadamente: Soy Inmune.