Las mochilas de cuero

Las mochilas de cuero

Nuestro querido Raúl Novau, también “se pegó una escapada” por Prisma. Genio de la literatura, multipremiado y conocido por varias generaciones de lectores, nos deja este cuento:

LAS MOCHILAS DE CUERO
Al camino lo sentía como propio. Su padre, obrero vial, ayudó a construirlo. Oblicua por momentos la Norton resbalaba por la pendiente barrosa. Vicente se acomodó las antiparras pues la lluvia arreciaba por tramos en el sinuoso lodazal cercado de montes.
Cada quincena Vicente traía el correo a la colonia. Se animaba a recorrer los kilómetros de tierra colorada en una ruta desolada e intransitable en días de lluvia. Tenía una calcomanía del escudo argentino con la leyenda “servicio oficial de correos” en el tanque de la moto. No solo eran cartas. A veces medicamentos, lociones, hilos para bordar, fósforos, menudos pedidos necesarios para familias de agricultores.
Y más ahora que llevaba en las mochilas de cuero, a ambos lados en equilibrio, los títulos de propiedad de las tierras. Largamente anhelados los títulos prometidos y soñados por generaciones.
¡Qué emoción gratificante sentía Vicente con la preciada carga!
Sin embargo, esta imponderable llovizna fría, no estaba en sus cálculos.
Otra vez se detuvo en el barrial. El barro atascaba las ruedas. Desde la loma algunas encharcadas huellas de carros corrían paralelas rumbo al puentecito del bajo.
Vicente maldecía la demora.
Presintió que estaba acompañado. Era una presencia próxima. Despejaba con una gruesa rama el tren delantero atascado mientras era observado, creía. En ese instante liberó la rueda y vio los ojos no tan lejanos antes que el cuerpo a lunares, no tan lejos como había intuido, solamente a unos cuantos metros de él sobre la barranca, quién sabe desde cuándo estaría contemplándole el yaguareté. Y luego sintió el penetrante olor que él, acostumbrado a las emanaciones de la selva, atribuyó a tatetos. Sin ser brusco y sosteniendo la mirada a la esfinge en el barranco se aproximó a las alforjas del correo.
Ni un alma en este mundo, pensaba, solo él, un camino chirle hacia la nada y un yaguareté. Una vida tan corta, mientras aflojaba despacio una mochila, después la otra y dejarlas suavemente sobre el barro. Miraba el entorno, lloriqueando al recordar a su madre. La curiosidad estaba instalada, presentía, sin denotar extrañeza el pintado, sólo esa mirada inanimada lo paralizaba. Escuchaba su propia respiración clamando en su interior que loros maiceros, urracas, corochirés, no levanten un coro estridente que rompa el encanto.
Y ahora sin dar la espalda al altar en retroceso a la inerte Norton -también ella en pleitesía – ¡qué ayuda Dios mío, la rueda liberada! -, enderezarla y desplazarse lentamente.
Y no se dio cuenta que algo había recorrido de la pendiente en bajada sin que arrancara el maldito motor de cuatro tiempos, sin clavar ya los ojos en el animal que estaría estático en lo alto de la barranca. Y la Norton rodaba en el borravino fango, interminable huella zigzagueante hasta que se sentó de golpe justo cuando el yaguareté sacudió un halo de gotitas de la jaspeada piel. Pues él, Vicente, quizás haya desaparecido en ese segundo de su radio de miramiento tras la barranca y las explosiones del motor, ahora sí, espantaron locuaces bandadas de loros maiceros.
El yaguareté se estiró en un vuelo circense como atravesando aros de fuego en la banquina de altura.
Los movimientos de su excelsa corrida trasuntaban sutiles temblores en la masa muscular en un sucesivo siseo de matas mostrando las bondades de su mundo espectacular. Pues dos o tres zancadas equivalían a una estruendosa carrera de hierros y caucho y pistones y un corazón latiendo en demasía a punto de salírsele de la boca cuando vio de refilón cerrarse el telón de la selva sobre el felino.
Después Vicente nunca encontró las mochilas de cuero, ni los títulos.
                                                                                    
 Raúl Novau
  
Glosario
tatetos (gua): piara de cerdos monteses.
pintado (port): nombre del yaguareté en frontera con Brasil.
corochiré (gua): zorzal.

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