
El secreto que me daña
Les dejamos este texto del Forum de Infancias, escrito por Natalia Pino:
EL SECRETO QUE ME DAÑA
“No lo puedo decir, jamás lo dije, a nadie”
El abuso sexual es un evento disruptivo de alto potencial traumatogénico, de lo más difícil de procesar. Se da en todos los niveles sociales, económicos, culturales.
Los abusadores en su mayoría (80%) son familiares o amigos de la familia, niños, niñas y adolescentes sufren este flagelo por parte de quienes deberían recibir cuidado y protección.
Es la peor de las violencias ya que suele ocurre en la intimidad, generalmente sin testigos, muchas veces no deja marcas físicas que lo comprueben y genera un impacto emocional por lo que la víctima en muchos casos se paraliza y es sometida de manera silenciosa por parte de su agresor.
La licenciada Claudia Vigil Echeverría, menciona en su investigación, que el 32% consulta por otros motivos y luego menciona haber sufrido abuso en la infancia, y no haberlo contado nunca. El tiempo transcurrido entre el periodo del abuso infantil y la comunicación va de 1 a 10 años.
El silencio generalizado es una marca clave en relación al abuso sexual intrafamiliar.
Los secretos familiares son potentes, especialmente cuando lastiman, lo que está prohibido decirse se expresa corporalmente, con síntomas y/o enfermedades.
“La relación afectiva que une al niño con el abusador, termina por convencer a la víctima de que ha sido su accionar el que ha motivado al adulto para perpetrar el abuso. Siendo culpable de semejante situación, apenas un paso se necesita para que se establezca un pacto de silencio que posibilita la permanencia de las situaciones de abuso. Si algo de esto trasciende no solo será castigado, sino que todo lo que pueda ocurrir en el entorno será su responsabilidad”.
(Jorge Garaventa, 2008)
Como psicólogas/os poder escuchar permite operar sobre el rechazo, el silencio, la vergüenza.
Cuando se rompe el secreto se comparte la carga, la persona ya no está sola en el mundo ante la atrocidad que le acontece.
Lo que le sucede de niñas/os muchas veces no tiene nombre, no se sabe explicar, “es algo raro”, “no sé cómo se dice” “no sé cómo explicarlo”, son las frases que oímos en sesión.
Hay dolores que se guardan muchos años, hay dolores que nunca encontraron una escucha compasiva, que nunca se compartieron, y que nunca se aliviaron.
La disociación traumática se puede dar en personas que sufrieron violencia temprana, la disociación como una estrategia de supervivencia, para poder mantener una realidad paralela. Adentro hay peligro, pero afuera también, porque no puedo contarlo.
En tiempo de Pandemia, aumentaron considerablemente las consultas de adolescentes que por primera vez, rompían el silencio, el confinamiento, en muchos casos, produjo una suspensión de actividades y de socialización, allí apareció el derrumbe, porque si no se podía ir afuera, pues entonces, habría que ir hacia adentro, y adentro, todo estaba roto.
Generalmente nos encontramos con personas con amnesia, una parte de su vida que no pueden recordar, una narrativa desafectivizada, como si eso le hubiese sucedido a otra persona.
Es importante poder advertir pequeñas señales que dejamos pasar y no consideramos importante, cambios bruscos en la conducta de una persona, el retraimiento, el aislamiento, la pérdida del placer por cosas que antes disfrutaba, la tristeza. En estos casos, es fundamental poder acompañar, ofrecer una ayuda, permitir que la carga de un profundo dolor sea compartida, y habilitar la palabra, poder hablar del sufrimiento que se atraviesa, re construir esa historia y construir herramientas para afrontar un presente, lleno de recuerdos hostiles.
Gracias, se lo tomó mucho mejor de lo que imaginé, me siento mejor y más liviana de poder hablarlo más abiertamente y ahora poder dar el otro paso que es denunciar. Gracias por haberme alentado a decirle por ayudarme. (Relatos de sesión)
Psicóloga Natalia Pino Roldán
M.P 360
Especialista en Políticas Públicas de niñez y familia
nataliapinoroldan@yahoo.com.ar
(Imagen: Lene Kilde – Artista noruega)