Autores misioneros en el día del libro II

Autores misioneros en el día del libro II

Continuamos con autores misioneros. El turno es de Gonzalo Herrera, a quien ya leíste en Prisma, en la sección de escritores. Esta vez con el Fragmento del capítulo XXX de la novela El Cuadro:

​-Estoy de vuelta,  -el joven sonrió al ver a la señora sorprendida en falta- ¿se le puede ver a Mima?
-El padre está con ella, -intervino Facundo ya que Soledad quedó muda al ser descubierta en actitud censurable.
-No importa, vengan conmigo por favor.
Entraron a la habitación. Lo que menos esperaban fue que tras ellos entró una enfermera que al punto les amonestó por estar en grupo junto a la paciente.
-Les recuerdo que ustedes está en el sector de Terapia Intensiva, no en una sala común.
-Sí, está bien, perdón, -se disculpó Giro- ya nos vamos pero venga, participe usted también de esta ceremonia porque es única, -la enfermera no podía creer lo que sucedía- a ver, a ver… -Giro sacó del bolsillo de su campera un pequeño estuche, tomó de él un anillo solitario y arrodillándose al lado de la cama, se lo puso a Mima, hizo lo mismo con la alianza de ella para después, terminar el ritual colocándose la suya.
-Ahora, mi Amor, a esperarte, volvé pronto, no tardés… Y mejor salgamos, que si el médico nos ve a todos juntos aquí, nos mata, -se retiraron los cuatro y la enfermera, respiró aliviada.
-Vayamos a tomar algo, -invitó don Lucca.
Se dirigían al bar de la terminal de Moreno, caminando por la calle paralela a las vías. Por delante, don Lucca y Giro, iban conversando. Detrás de ello, Soledad y Facundo les seguían en silencio. En un momento, breve y disimuladamente, se tomaron de la mano.
El local estaba casi vacío por lo avanzado de la hora en un día entresemana.
El mozo sirvió el vino que habían pedido ni bien llegaron. Giro se puso de pie, alzó su copa y en un tono de solemnidad, propuso un brindis.
-Brindo por mi reciente compromiso con Mima, esperando, rogando por su pronta salida del coma, su regreso y así poder formalizar el casamiento por el que tan apurados estaban algunos, -remató con ironía- ¡salud!
Soledad y don Lucca se miraron.
Bebieron en silencio ese primer sorbo, infaltable protocolo en todo brindis, cualquiera sea el motivo.
Soledad, don Lucca y Facundo conversaban. Giro bebía en silencio…
Gonzalo Herrera
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