La chica del espejo: qué veo cuando me veo

La chica del espejo: qué veo cuando me veo

Las redes sociales están llenas de chicas hermosas, delgadas, arregladas hasta la última uña de los pies; chicos musculosos, con cortes de cabello modernos y que son tendencia. Muchos famosos y personas importantes dando consejos y recomendaciones sobre cómo las personas deben verse, vestirse y hasta qué comer y no comer para verse así, dando consejos fáciles de realizar y hasta con una promesa de resultados en minutos.

¿Pero qué pasa con los que están del otro lado? ¿Qué pasa con las personas reales? Tal vez tenga unos rollitos de más, no tengan el peso que quisieran, sus músculos no están marcados, granitos en la cara que molestan, no les gusta peinarse, sus uñas sin esculpir, y podemos seguir varios renglones más. Esa es la otra cara de la moneda, lo real, lo verdadero, lo auténtico. Muchos adolescentes del país están de ese otro lado.
El comer no es solamente llevar alimentos a nuestra boca, es mucho más que eso, es nuestra forma de conectarnos con las personas, con nuestros amigos, con el mundo, es nuestro punto de encuentro, es la excusa perfecta para juntarnos y vernos, es nuestra identidad. La forma en que se prepara la comida habla mucho ello, lo que elije para comer también. Pero no solamente eso, también la imagen que se percibe en el espejo tienen mucho que ver con el afuera. Se ven con ojos de sus padres, de sus amigos y aquellos que no son tan amigos. Y es ahí donde esos kilitos de más empiezan a molestar.
Estos adolescentes se ven en el espejo y no pueden encontrar nada que los acerque a esos modelos o estereotipos que aparecen en las redes sociales, de cómo se cree que deberían ser o verse a determinada edad. Compararse con esos modelos muchas veces angustia a estos chicos, los pone tristes. ¿Cómo es posible que existan personas que comen un montón y no engordan? ¿Y otras que toman un vaso de agua y engordan tres kilos? Bueno, la respuesta no es tan simple, existen muchos factores que influyen en el peso de una persona y la forma en que se ven y en la que ven lo que comen y cuánto comen. Primeramente, los hábitos familiares, costumbres, la sociedad, su historia, su grupo de amigos, todo influye en sus elecciones alimentarias.
Según la Segunda Encuesta Nacional de Salud y Nutrición, que presentó sus resultados en el año 2019, 4 de cada 10 niños y adolescentes (7 a 18 años) de la Argentina tiene exceso de peso. Llevan patrones alimentarios no saludables, con escaso consumo de frutas y verduras, como también de carnes y lácteos. Sin embargo, un alto consumo de bebidas azucaradas, de productos snack, pastelería, y de golosinas en comparación con las recomendaciones de la Guía Alimentaria Argentina y el consumo medido en adultos. Además, se observó que los patrones alimentarios son menos saludables en los grupos de bajos ingresos.
Si bien aún no hay datos en cómo la cuarentena ha cambiado los hábitos alimentarios de los adolescentes, ya se han llevado adelante encuestas y se han recolectado datos que pronto nos darán cuenta de ello.
Sin embargo, muchas personas (no necesariamente adolescentes) han subido de peso en esta cuarentena,  aumentaron la cantidad de alimentos que consumen,  recurren más veces al picoteo, estar aburrido/a solamente han producido más “hambre”, ganas de comer alguito, y así se producen los picoteos de lo que hay en la heladera, después ya se compra eso que saben que van a picotear; pero esto no significa que sea algo malo, esto puede deberse al estado de ansiedad que genera el estar mayor tiempo encerrado y no poder salir a jugar o hacer actividad física. Sin embargo, no hay que desesperarse, unos kilos de más no tiene que ser otro peso en la balanza para aumentar aún más la angustia. Solo cuando empieza a perjudicar nuestra salud, es cuanto tenemos que preocuparnos, por ahora debemos ocuparnos.
Mi consejo como profesional y como persona real, a la que muchas veces le ha pasado lo mismo, es que se atrevan a soltar lo que hoy les hace daño, que se quieran, que se abracen. Su peso no tiene que definir la persona que son, es un número en la balanza.
 Aprovechemos estos días de mayor libertad para salir a realizar actividad física al aire libre, así también despejamos la mente y bajamos la ansiedad. No busquemos hacer cambios radicales en nuestra alimentación, ya que aumentaría más nuestra ansiedad, además, se debe comenzar de a poco, cambiando pequeñas cosas pero que sean sostenibles en el tiempo, eso generará grandes cambios. Por ejemplo, servirse una sola vez la comida, no llevar la olla a la mesa, aumentar el consumo de ensaladas, reemplazar las gaseosas por jugos naturales, hacer snacks caseros (chips de papas o batatas al horno, por ejemplo), comer más frutas. También es importante replantearse si el hambre que sentimos es realmente hambre o solamente ganas de comer. Y por supuesto, siempre que se tenga dudas, buscar un profesional. Hoy muchos nutricionistas trabajan de forma online y pueden guiar y asesorar de forma personalizada aprovechando los recursos que la tecnología nos brinda.
Lic. En Nutrición Leonela Holonko
M.P. 440
CEl de contacto: 3755-201117

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