
La maravillosa capacidad de esperar
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Día a día transcurren las horas entre múltiples actividades en casa, adecuándonos al tiempo pandémico. En ese trajinar hay tareas escolares, quehaceres domésticos, tiempos de juego, ratos de ocio o se pueden dar algunos de ellos de forma simultánea.
Pero el saturar de actividades va en detrimento de la capacidad individual de ser “realmente productivo” o finalizar actividades que empezamos, esto es una realidad aunque suene paradójico.
En estos tiempos de multitareas, se suele escuchar al “ocupar el tiempo” resaltando los beneficios que ello conlleva: hacer productivo el tiempo o ponerse al día con actividades pospuestas.
En el caso de los niños, al ocupar su tiempo se pretende “tenerlos ocupados” para evitar el aburrimiento, disminuir conflictos entre hermanos o desarrollar alguna capacidad.
Si bien todo ello es cierto, se corren riesgos como ser: aumentar el nivel de ansiedad desencadenado por las expectativas puestas por los padres al incentivarlos con tal o cual pasatiempo; resaltar la connotación negativa del aburrimiento como un sentimiento que debe ser evadido y/o reemplazado y el inevitable agotamiento que sumado al “estar en casa” genera más de un mal momento.
Por ello es imperativo replantear prioridades en cuanto al uso del tiempo que se pretende para los niños. Sugiriéndose que los días laborables de la semana se organicen los tiempos de manera que haya momentos para: la rutina del baño (higienizarse solitos o enseñarles a hacerlo); comer tranquilos (aprovechando el almuerzo o cena como momentos de reunión familiar para el intercambio de experiencias cotidianas y favorecer la comunicación); realizar deberes escolares (ya sea participar de las clases virtuales, completando las tareas en la plataforma que corresponda o repasando nociones básicas de matemáticas o lengua); horas de juego y ocio ( tan indispensable como las demás actividades, priorizando juegos al aire libre en lo posible y alejados de la tecnología) y tiempo para el descanso (la cantidad de horas promedio que un niño debe dormir es de 8 horas diarias).
En tanto que durante el fin de semana, incentivar el tiempo de ocio y juegos, procurando incluso actividades de juego familiar. Con ello lograremos mayor comunicación y un acercamiento afectivo más profundo. Relajando horarios durante estos días, favoreciendo espacios en que el “aburrimiento” gane terreno. Este último puede ser disparador de autoconocimiento y gran maestro al momento de aprender a esperar, una capacidad que es de gran utilidad en diferentes ámbitos de la vida (aprendizaje, relaciones con los otros y alcanzar objetivos).
Implicando un cambio de perspectiva en tanto al concepto del aburrimiento, tomándolo como disparador de momentos de reflexión personal, descubrir alternativas de distracción al momento desconocidas o simplemente disfrutar de lo cotidiano que transcurre sin darnos cuenta. Es así, que al pretender huir de él como manera de fomentar el desarrollo de capacidades propias a veces logramos lo contrario, saturar y abandonar.
Por ello, la próxima vez que escuchen un “estoy aburrido” no procuren de manera instantánea un consuelo reparador dejemos que los niños transiten por espacios en los que “no hacer nada” o “no saber qué hacer” no sea algo terminante. Sino por el contrario, sea el inicio de aprender a esperar, aprender a que no siempre hago lo que quiero hacer, aprender que no siempre las circunstancias se acomodan a mis deseos.
Y este aprendizaje, es más que fundamental en la vida ¿o no?
Lic. Noelia Gavilan
MP N°231