Seamos resilientes

Seamos resilientes

En estos días de barbijos y alcohol en gel, de cambios de hábitos al saludarnos y de evitar los encuentros; se evidencian detalles que merecen ser rescatados y que deben quedar con nosotros siempre.
Los slogans publicitarios del “Nos cuidamos entre todos” o el #mequedoencasa resaltan lo valioso del cuidado hacia el otro, un otro que me importa, al que quiero cuidar por más de que no lo conozca. Por eso, al momento de extremar cuidados y al ver algunas cifras alentadoras
en Misiones que hacen a la inexistencia de la circulación viral, permite valorar los esfuerzos individuales que hacen al colectivo social.
Ello es muestra de lo mucho que se puede lograr con el compromiso de todos en una meta común, el reconocer que desde el propio lugar se aporta a lo que nos sucede a todos, hoy se visibiliza con la Pandemia, al salir de la rutina del pensamiento ensimismado y poner en valor
el bienestar colectivo, eso se debe rescatar y perpetuar.
El cuidado de los más vulnerables, los niños y los adultos mayores, el saberlos frágiles posibilita que se articulen desde todos los sectores esfuerzos y cuidados que no tienen precio, pero si extrema importancia. Por ello, reconozcamos aquellas cosas que “vinieron para quedarse”, el
cuidar al otro al tomar conciencia de que mis acciones afectan a todos; el pensar en el bienestar y la salud de quienes nos rodean. Entendiendo que la salud no es solamente física, sino involucra a la totalidad de la complejidad humana que hace a lo emocional, lo social y lo
cultural.
Porque ello nos hace mejores personas, porque desde ahora valoraremos más los encuentros con los afectos. Ya que desde el 23 de marzo nos encontramos en un distanciamiento social que nos obligó a quedarnos en casa haciendo del hogar la escuela, el trabajo y el lugar de
recreación.
Esto generó un encuentro con los más cercanos que tal vez no eran tan cercanos: la pareja, los hijos, el yo mismo. Quienes a veces, en la vorágine cotidiana de las obligaciones diarias no cuentan con la importancia que se merecen y que ello ocasiona roces, síntomas o enfermedades.
Hoy es más común el desorden en los hogares, los juguetes tirados, los cambios de horarios en las rutinas, el probar nuevas recetas, realizar los arreglos pendientes o hacer ejercicio en casa.
Cambiaron las costumbres, algunos hábitos y hasta la rutina de todos los días. Hay menos movimiento en las calles, pero en los hogares los niños no paran, utilizamos más las computadoras y los celulares para conectarnos con los demás. Retomar los afectos, volver a lo
esencial que se invisibilizaba entre el trabajo y las corridas de todos los días.
Esto trae aparejado cierta mezcla de emociones cuando se piensa en volver a lo conocido anterior a la cuarentena, ansiedad para algunos que extrañan la vorágine y los encuentros en grandes grupos; angustia para otros que se preocupan por una enfermedad que es un peligro
inminente; impotencia para quienes con esta situación sufrieron desajustes económicos y ello los obligó a reinventarse, cambiar o cerrar.
Es tan amplio el espectro como personas hay, pero ello no debe dejar de lado el hecho de que esta situación límite, como todas las que atraviesan en nuestras vidas (un duelo, una separación o una pérdida) vienen a dejar enseñanzas en lo más profundo de nosotros.
Construyendo vivencias que dejan huellas y marcan un antes o un después, que permiten aprender/reacomodarse/cambiar y que a través de ello habilita nuevos espacios de encuentros, de mirar con otros ojos a quienes están más cerca o más lejos. Es eso que algunos dieron en llamar Resiliencia, entendiéndola como la capacidad de rescatar lo bueno de
cualquier situación desfavorable.
Seamos resilientes, seamos aprendices consientes de este momento que hoy nos toca vivir y pensemos que el después será un tiempo de encuentros verdaderos y afectos cercanos.
Lic. Noelia Gavilán
MP N°231
Directora Terapéutica RIE

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